He aquí un cuento que me llamó la atención. De un autor del Perú, Francisco Izquierdo Ríos.
Lenguas de luna entraban en la sala por las puertas y ventanas abiertas; al centro se hallaba sentado en un sillón don Irineo, dormitando los humos de una borrachera. A don Irineo le gustaba frecuentar las tiendas de Baco. Siempre estaba achispado.

-¿Quién se atreve a turbar mi sueño?- rugió don Irineo; y como en ese momento el burro golpeara nuevamente los cascos, se dio cuenta de que era aquel; entonces llamó a uno de sus hijos:-¡Teodoro!
-¡Papá!- se presentó el muchacho.
-¡Saca de allí a tu hermano!- le ordenó el viejo señalándole al burro.
Teodoro se acercó al pollino orejudo y cogiéndolo amorosamente del pescuezo, le dijo en voz un tanto alta, para que oyese don Irineo:
-Hermanito, dice papá que vayamos a dar un paseo por la plaza.
Nos vemos.
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